Ser Filósofo es… Amar la vida y
vivirla en profundidad, pero no temer al misterio de la muerte. Es entender que
la filosofía es amor al conocimiento, una necesidad de saber, de querer ver la
verdad captándola por nosotros mismos. Es preguntarse quienes somos, de dónde
venimos y adónde vamos; es querer ver más allá de las apariencias para
desvelar el sentido de las cosas de la vida.
Es aprender en la naturaleza, en
los hombres y en la historia, haciéndola amiga y consejera. Es amar la verdad más
allá del lugar de donde venga. Es sentir, como decía el profesor Livraga, que “la
filosofía es una música que se hace con el alma, no es un simple acopio de
conocimientos y datos, sino una construcción armónica que relaciona las cosas y
les da sentido, elevándolas a las regiones donde las cosas tienen sentido y la
esencia invisible nos llena el corazón”.
Ser filósofo es ver la filosofía como una arte de vivir, que necesita no
solo del pensamiento, sino del sentimiento e intuición y de la capacidad de
transformar la propia vida y el mundo.
Es no errar de un lado para otro
sin nada definido y continua duda existencial. Es, fundamentalmente, navegar
sin fronteras de espacio ni de tiempo por las cosas realmente importantes: es
recoger la sabia experiencia de cada pueblo, de cada hombre, para construir una
sólida barca interior con la que recorrer el mar de la vida creciendo a cada
milla. Y que esa barca no esté hecha de miedos ni intolerancias, de
supersticiones ni ignorancia, sino de ideas claras que fortalezcan el alma y
que permitan recorrer el Sentido de la Vida.
Es querer conjugar el “Ethos” y
el “Estethos” (la ética y la estética), la armonía de las formas y la evaluación
y bondad de las intenciones. Es cuidar tanto el cuerpo como el alma. Es buscar
la fortaleza y serenidad que hacen del dominio propio, la transmutación de los
instintos por los sentimientos que pueden canalizar los más nobles impulsos del
ser humano.
Es saber que la perseverancia en
el amor a la sabiduría se ve premiada con la honda experiencia de libertad. Ser
filosofo es no temer a la soledad, antes bien hacerla fértil campo de encuentro
con uno mismo, con la voz del silencio. Es amar la justicia por amor al bien,
buscando la sabiduría que despierta en nosotros el discernimiento.
Es despertar la sensibilidad ante
la belleza, que junto con la capacidad de asombro del niño que descubre cada día
el mundo, nos permita contemplar la Naturaleza y todo cuanto contiene como goce
espiritual.
Al fin Ser Filosofo es caminar
por la existencia, no como víctima del destino sino como aprendiz de la vida y
conquistador de fértiles horizontes.
La nueva Acrópolis.
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